A finales del siglo XIX y principios del ** gran parte de Europa se llenó de construcciones llenas de fantasía, formas nuevas y distintas de todo lo que se había visto antes. Fachadas llenas de color, asimétricas, piezas de artesanía deslumbrantes y originales… Pero lo que hacía singular a aquel arte es que era ¡¡¡MODERNO!!! Miraba al futuro, no al pasado, y por eso se le llamó Art Nouveau, o Modernismo. Todo era rabiosamente moderno, la palabra fetiche de la época: el Café Moderno, el Cine Moderno, el Hogar Moderno, los tranvías, los cines, la luz eléctrica, los cabarés… ¡¡¡TODO!!! Y también las Exposiciones Universales, como la que se celebró en Barcelona en 1888 y que eran un poco como las fiestas mayores del mundo entero.
Barcelona fue una de las capitales del Modernismo, que allí tuvo un aire muy, muy especial. Con la Exposición Universal la ciudad era un hervidero de gentes que llegaban de todas partes, y allí se juntaron clientes que se podían permitir grandes proyectos (aquella burguesía que había impulsado la industrialización, se había enriquecido y tenía ganas de diferenciarse) y arquitectos que se habían formado en una ciudad que se había modernizado con un Ensanche modélico.
No podremos conocer, ni mucho menos, todas las construcciones modernistas en la ciudad, pero podremos ver las principales, declaradas por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, tanto las realizadas por Lluis Domènech y Montaner (de cuya muerte se ha celebrado el centenario en 2023) como las de Antonio Gaudí. No nos vamos a limitar a Barcelona, en cualquier caso, porque haremos alguna incursión en los alrededores para seguir los pasos de estos genios. Nos iremos a la Colonia Güell a descubrir la cripta que hizo Gaudí, la actual iglesia de la colonia, y también nos acercaremos a Reus, una de las capitales del Modernismo, para descubrir la fabulosa casa Navás de Domènech i Montaner, cuyas obras nos van a dejar con la boca abierta.
Pero hay más, pues en aquellos años del fin de siglo vivían en la ciudad muchos otros artistas que iban y venían a París, que se había convertido en la capital cultural del mundo: Ramón Casas, Santiago Rusiñol, pronto Pablo Gargallo, Picasso… Y a Rusiñol vamos a seguir hasta Sitges, donde a finales del siglo XIX se creó un refugio, el Cau Ferrat, por el que pasaron los pintores, músicos, poetas y escritores más importantes de esos años, y desde aquí abrieron Cataluña a las corrientes europeas más innovadoras.
Podríamos seguir, y seguir… pero con esto tenemos un panorama estupendo de ese momento excitante de la llegada de la Modernidad. ¿Os venís a descubrirlo con nosotros?
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