Cecilia Bartoli en Orfeo ed Euridice, Christoph Willibald Gluck
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Con Christoph Willibald Gluck pasa algo curioso. La historia de la música lo recuerda como un reformador de la lírica, un creador trascendental que rescató a la llamada “ópera seria” de los excesos de la ópera barroca. Se acabaron las tramas enrevesadas y los abusos de los cantantes con sus aberrantes acrobacias vocales: los héroes y heroínas de Gluck practicaban esa nueva y noble simplicidad a la que, por citar un ilustre seguidor, Mozart supo dar continuidad.
Sin embargo, su lugar en las enciclopedias está muy por encima de su popularidad real. Cuando citamos a los grandes de la ópera, tendemos a olvidarnos de Gluck. Allá por 2001, Cecilia Bartoli nos sacó de nuestro error. La mezzo romana, que tanto ha hecho por expandir nuestra experiencia musical, rescataba en un disco memorable un puñado de arias italianas que mostraban a Gluck, además de trascendente, como un creador intenso, fresco e inspirado, infinitamente más seductor de lo que cabía suponer.
Orfeo ed Euridice (aquí en la versión revisada para su estreno en Parma en 1769) es, de lejos, su título más conocido y la puerta de entrada ideal para sumergirse en un mundo donde bajo el mármol arden las pasiones. El Orfeo encarnado en la voz de Cecilia Bartoli llega arropado por los timbres de época de Les Musiciens du Prince-Monaco, la orquesta con sede en Montecarlo creada en 2016, de la que la cantante es directora artística. La música de Gluck no se merece menos.
Sin embargo, su lugar en las enciclopedias está muy por encima de su popularidad real. Cuando citamos a los grandes de la ópera, tendemos a olvidarnos de Gluck. Allá por 2001, Cecilia Bartoli nos sacó de nuestro error. La mezzo romana, que tanto ha hecho por expandir nuestra experiencia musical, rescataba en un disco memorable un puñado de arias italianas que mostraban a Gluck, además de trascendente, como un creador intenso, fresco e inspirado, infinitamente más seductor de lo que cabía suponer.
Orfeo ed Euridice (aquí en la versión revisada para su estreno en Parma en 1769) es, de lejos, su título más conocido y la puerta de entrada ideal para sumergirse en un mundo donde bajo el mármol arden las pasiones. El Orfeo encarnado en la voz de Cecilia Bartoli llega arropado por los timbres de época de Les Musiciens du Prince-Monaco, la orquesta con sede en Montecarlo creada en 2016, de la que la cantante es directora artística. La música de Gluck no se merece menos.
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